lunes, 17 de diciembre de 2012

Jirones (Adioses como pedradas III)


Cuando dijiste adiós
llevabas una especie de hasta luego
colgado sin disimulo en la mirada.

Por eso espero.

Emprendiste retirada hacia el abismo
regando por si quisiera seguirte
los caminos con huellas descalzas
siempre dirección al sur.

Poe eso te busco,
persigo cada pista con tu nombre
por devorarte siguiendo la receta
que dibujan en tu espalda
pecas, lunares y omoplatos.

Y tú huyes,
dejando un pie en la retaguardia
mientras sueltas sin disimulo
migas de pan que los relojes
mastican a boca abierta
empeñados en hacerte efímera
y borrar del mapa aquella Roma
con todos sus caminos de regreso.

Porque ni tú te creías tus palabras
de boca pequeña
y gigantesca herida.

Por eso espero cada día,
y cada noche,
mucho más cada noche...

-Me voy-,
decías con los labios
mientras los ojos pedían a alaridos
lanzar las anclas y amarrarse fuerte
justo al estribor nuestra almohada.

-Me voy-,
jurabas firmemente
pero de tus dos tús
al menos uno quería
quedarse para siempre.

Por eso espero.

Que he aprendido costura
para romperte sin culpa los botones;
modales,
para desnudarte sin elegancia alguna;
y cocina,
pensando en el manjar prohibido
que sé que reservas
como postre.

Tú mientras disfruta, no importa,
cuélgate de otras pieles.

Ya te cansarás del sabor a chasco de las envolturas.

 Yo mientras me iré despellejando el pecho,
a jirones,
para que a tu vuelta encuentres
solo hueso
y me pidas con esos ojos que resucitan personas,
a gritos,
la carne...

Pablo García-Inés